REFORMA  PROTESTANTE
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       Para entender los movimientos culturales, sociales, incluso políticos de Europa desde el siglo XV, hay que explorar lo que fue la Reforma protestante y las convulsiones que originó en los países en los que triunfó el protestantismo y también en los que lucharon contra ella.
   La Reforma fue un movimiento religioso surgido en el siglo XVI en la Iglesia de Alemania, pero que pronto afectó a todos los países de cultura cristiana. Supuso el fin de la hegemonía del Papado como fuerza arbitral entre los príncipes cristianos. Con ello se abrió la puerta a multitud de grupos autónomos, no sólo en lo disciplinar y en lo moral, sino también en los dogmas y en las creencias.
  La Reforma se apoyó en el individualismo y el liberalismo promovidos por los humanistas del siglo XV y el tono crítico que adoptaron ante la autoridad religiosa. Y condujo a convulsiones bélicas que tiñeron de sangre a Europa entera.

   1. Factores desencadenantes

   Desde que el Sacro Imperio Romano Germánico adquirió con Otón I el Grande Emperador desde el 962, un gran auge, disputó al Papado la hegemonía moral y social en Europa. Los conflictos políticos pronto se hicieron religiosos. Los Papas se impusieron religiosamente, pero quedó en Alemania un resentimiento nacido de la actitud de Lutero, quien halagó a los príncipes y fustigó a los Papas romanos.
   La gota que desbordó el vaso de las tensiones estuvo en la petición de limosnas para construir el edificio del Vaticano y la oferta de bienes espirituales, indulgencias, exenciones, a cambio de la colaboración. Lutero, que había visitado de joven Roma, no pudo digerir el boato de la corte pontificia.
   Las demás regiones: Suiza y Ginebra, Inglaterra, parte de Francia, entraron sin casi advertirlo en una dinámica de ruptura y de rebelión
 
   2. Los precedentes

   Un movimiento reformador como el de Lutero no podía surgir por generación espontánea ni fue fruto de una rabieta teológica, como sospechó Carlos V al principio (“Disputas de frailes”).
   Ya en el siglo XIV figuras como Occam, o iluminados como John Wycliff, habían atacado al papado y rechazado la venta de indulgencias.
   Se repudiaron las peregrinaciones, la veneración de los santos, los gestos de simonía. Wiccleff tradujo la Biblia al inglés y predicó en lengua popular, no en latín. Sus enseñanzas cautivaron a Juan Hus, que fue ejecutado por hereje en 1415. Estallaron movimientos y contiendas sangrientas y se fomentó un nacionalismo bohemio, que ya no se extinguiría en su dimensión religiosa.
   A la efervescencia religiosa se añadió la acumulación de pose­siones por la jerarquía de la Iglesia: catedrales, templos, monasterios, sobre todo rentas, ofrendas y posesiones materiales, provocando la envidia de los señores y príncipes y la sorpresa de los indigentes.
   Y por si todo ello no bastara, los Papas dejaron Roma y vivieron durante 70 años en la cómoda ciudad de Avignon, actuando más como señores feudales que como pastores de almas. El cisma de Occidente, que llegó a contar con tres pontífices rivalizando por la autentici­dad y la dignidad papal, terminó por crear una situación insostenible.
   El Concilio de Constanza (1414-1418) no logró suavizar las tensiones ni extinguir el cisma. La invención y difusión de la imprenta en 1455 contribuyó a la masiva extensión de las ideas. Y los grandes intelectuales que hoy llamamos humanistas: Erasmo de Rotterdam y Luis Vives en los Países Bajos, John Colet y Tomás Moro en Inglaterra, Johann Reuchlin en Alemania, Jacques Lefèvre en Francia, trataron de dar su interpretación crítica a las creencias y prácticas piadosas de los creyentes sencillos.

    3. Los Reformadores

    Martín Lute­ro y Juan Calvino aparecieron en el momento en que todo esta­ba preparado para la ruptura con la tradición y con la autoridad. Reivindicaron que la única autori­dad religiosa debía ser la conciencia. Negaron que una autoridad distante y corrompida pudiera imponer consignas al espíritu libre. Y se desencadenó la revolución.
   En 1517 en Alemania Lutero publicó sus 95 Tesis, que iban contra la teoría y la práctica de las indulgencias papales. Los delegados pontificios, el Nuncio en Alemania, no lograron que el monje rebelde se retractara y se sometiera a la autoridad de la Iglesia. La radicalización se fue apoderando del espíritu de quienes con Lutero se adentraron por un camino sin retorno.
   Se empezó por la disciplina y se terminó por el dogma y por los sacramen­tos, reemplazando la sumisión a la autoridad del Papa por el libre examen de la Biblia. Lucero cometió la insolencia de quemar públi­camente la Bula "Exurge Domine", que anatematizaba los errores.
   Fue excomulgado y así comenzó la separación de las iglesias alemanas del norte. En un intento por frenar las revueltas, el emperador Carlos V convocó a los príncipes alemanes y eclesiásticos en 1521 en Worms. Instaron a Lutero a retractarse y, al negarse, fue condena­do. Durante un año permaneció escondido por el príncipe Federico de Sajonia. Escribió varios pamfletos y tradujo el Nuevo Testamento del griego al alemán.
   En 1522 Lutero regresó a su casa en Wittenberg. La reforma progresó: unos príncipies la apoyaban y otros la condenaban. Los que la defendían se apoderaban de los bienes de iglesias y monaste­rios y los que la condenaban reclamaban medidas urgentes para atajarla. El Emperador, varios príncipes y el alto clero, apoyaron a la Iglesia católica. Pero los principies usurpadores, el bajo clero y muchos campesinos y comerciantes se pusieron contra Roma. Las Guerras Campesinas (1524-1526) fueron el primer resultado de las disidencias, al pensar los campesinos que eran libres y queda­ban exentos de impuestos.
   Lutero desaprobó la rebeldía campesi­na, aunque al principio la había apoyado. La revuelta social fue ahogada en sangre y grandes matanzas de campesinos indefensos dieron lugar a que los señores victoriosos se apoderaran de nuevas tierras. Lutero lo justificó en otro panfleto "Contra las hordas de campesinos asesinos y ladrones" (1525).
   En 1526 se logró algún acuerdo. El Emperador concedió que los Estados reglamentasen en sus tierras la situación religiosa. En la Dieta de Spira de 1529, el grupo católico logró revocar tal concesión y los luteranos elevaron al Emperador enérgica protesta. Se les llamó entonces "protestantes", calificativo que pasaría a la historia.

 

4. Las doctrinas

   Fueron configurándose a base de disputas y de afianzamientos ideológicos cada vez más extremistas. En 1530, el intelectual humanista Felipe Melanchton redactó un documento señalando los estatutos del libre pensar y un resumen de los dogmas para defender. Se le conoce con el titulo de "Confesión de Augsburgo", pues en aquella Dieta fue sometida al Emperador Carlos V y a sus consejeros católicos, que la rechazaron.
   Las guerras violentas que en ese año tenían lugar contra Francia y contra los turcos impidieron en ese tiempo que Carlos V dirigiera sus soldados contra los que se negaban a obedecer. En 1546 el Emperador quedó más libre y logró la alianza de varios príncipes alemanes, como el duque Mauricio de Sajonia.
    Declaró la guerra a los rebeldes, asociados en la llamada Liga de Esmalcalda. La victoria quedó para el Emperador y sus aliados. La batalla de Mühlberg fue el emblema de las victorias católicas que habrían de venir. Pero Mauricio de Sajonia traicionó al Emperador y obligó a Carlos V a firmar la paz.
   La guerra civil y religio­sa quedó latente con diversas alternativas hasta 1555 en que se firmó con la Paz de Augsburgo. Ese acuerdo declara­ba que "cada príncipe del Imperio podría elegir entre el catolicismo y el luteranismo en su territorio y que a lo que el príncipe determinara deberían adscribirse todos sus súbditos. La mitad del territorio alemán quedó de parte de los antipapistas. Con aquella decisión  la histórica comunidad cristiana, unida en lo religioso al Papa en toda Europa occidental, desapareció. Terminadas las contiendas militares, la artillería se orientó más al terreno de las ideas. Los temas candentes: justificación, sacramentos, autoridad, Biblia, Iglesia, laicos y religiosos, poder temporal, etc, ocuparon la atención.
   Como era de esperar, los católicos se orientaron por la unidad, confirmada en el Concilio de Trento (1545-1563), al que ya no acudieron los protestantes, a pesar de su primera promesa; y los protestantes se fragmentaron en diversas opiniones que le hacían exclamar a Lutero: "El demonio anda entre nosotros, hay tantos credos como cabezas".

 

   

 

   5. La difusión de la Reforma

   En cada región de Europa la Reforma fue orientándose por un camino propio y diferente.

   5.1. Escandinavia

   En los reinos escandinavos la reforma se hizo pacíficamente. El luteranismo se asumió como punto de partida. Los reyes de Dinamarca y Suecia rompieron por completo con el Papado. En 1536, una asamblea en Copenhague repudió a los obispos católicos en Dinamarca. El rey Christian III de Dinamarca y Noruega pidió a Johann Bugenhagen, amigo de Lutero, que organizara una Iglesia nacio­nal según la Confesión de Augsburgo.
   En Suecia la Reforma la hicieron los hermanos Olaus y Laurentius Petri en 1529, bajo la dirección de rey Gustavo I Vasa y la Asamblea nacional sueca.

  5.2. Suiza

  En Suiza la reacción antirromana estuvo dirigida por Ulrico Zwinglio. En 1518 se opuso a la venta de indulgencias y de beneficios espirituales.
   Rechazó a la jerarquía local con violentos discursos y sermones en la plaza del mercado y ante el Consejo de la ciudad. Preparó al pueblo para mirar sólo la Biblia como fuente de fe y de oración y rechazó toda otra práctica, que quedó prohibida y sus promotores perseguidos y expulsados.
   De 1523 a 1525 se destruyeron en Zurich reliquias e imágenes, se prohibieron proce­siones y actos de culto, se obligó a los sacerdotes y religiosos a secularizarse y muchos contrajeron matrimonio. Las otras ciudades siguieron el mismo camino: Basilea y Berna. Con todo algunos cantones se negaron a los cambios. Varios cantones tuvieron guerras intestinas por las ideas religiosas en 1529 y en 1531. En el segundo tenido en Kappel, Zwinglio fue asesinado. Luego cada cantón fue autorizado a elegir su religión: la zona montañosa quedó católica y la urbana y comercial se pasó a la Reforma.
   La figura más significativa en Ginebra fue la de Juan Calvino, teólogo protestante francés. Huyó de la persecución religiosa en su país. En 1536 se estableció en la nueva República de Ginebra y dirigió una fanática y exigente postura religiosa decidida por el Consejo de la ciudad. Preparó un "Catecismo de la Diócesis de Ginebra" y rigió durante años la ciudad con mano de hierro, a pesar de su piedad expresada en su amor a los Salmos, y de su moralidad rígida, propensa a la excomunión de pecadores notables. Regía la vida de las familias, los tipos de vestidos y las diversiones. Estableció una verdadera teocracia. Los disconformes no tenían otra alternativa que huir o caer en la cárcel y terminar en la hoguera, como le pasó al médico aragonés Miguel Servet. Calvino dio mucha importancia a la instrucción elemental para que todos pudieran leer la Biblia. En 1559 fundó una universidad para la formación de pastores y profesores.
   Sus obras le acreditaron como buen pedagogo e influyeron en las Iglesias reformadas de Suiza, Francia y Escocia.

   5.3. Francia

   En Francia la reforma prendió en la localidad de Meaux, cerca de París, donde algunos místicos, bajo el liderazgo de Lefèvre d'Étaples, se organizaron como Iglesia independiente. Su centro fue la fe, tal como creían entenderla en la Epístola de S. Pablo a los Romanos.
   Ya en 1523 tradujo el Nuevo Testamento al francés, logrando algún prestigio. Pero con el tiempo se radicalizaron sus posturas críticas y místicas. Al ser rechazado por el Rey, diversos protestantes marcharon a Suiza.
   Unos 120 pastores preparados por Calvino regresaron a Francia antes de 1567 para extender la nueva fe. En 1559 hubo una asamblea de unas 66 iglesias reformadas francesas en París. Se extendió para ellos el nombre de hugonotes. Crecieron en número y pronto en Francia hubo dos grupos religiosos dispuestos a enfrentarse y de hecho enfrentados en diversas guerras entre 1559 y 1598, contando cada bando con notables figuras dirigentes.
   Hubo matanzas en algunas ocasiones, como la tenida lugar en la célebre Noche de San Bartolomé en 1572. Durante el reinado de Enri­que IV los hugonotes se impusieron por algún tiempo, pero, al entender que la mayor parte de los franceses optaba por el catolicismo, el rey hizo un simulacro de conversión y abjuración ("París bien vale una misa”). Pero siguió ayudando a los hugonotes y en 1598 proclamó el Edicto de Nantes, que dio libertad religiosa a todos. Esta concesión fue revocada en 1685 por Luis XIV y la Reforma quedó prohibida.

   5.4. Países Bajos

   En los Países Bajos la Reforma fue muy bien acogida por la burguesía comercial y la nobleza. Carlos V, con mayor poder en estas tierras que en Alemania, intentó cortar su expansión y mando quemar en público los libros de Lutero e instituyó la Inquisición en 1522.
   Sin embargo, en la provincias del Norte la Reforma se extendió rápidamente y no bastaron los castigos para conseguir encauzar las cosas. En las provin­cias meridionales (hoy Bélgica) predominó el catolicismo. La parte norteña, enfrentada afectiva y militarmente con España, se haría totalmente calvinista como apoyo a su nacionalismo.
   Las guerras entre ambas zonas se iniciaron en 1566 y duraron hasta 1648, con la Paz de Westfalia, por la que Felipe II reconoció el Reino de las Provincias Unidas.

   5.5. Escocia

   En el Norte de Gran Bretaña, Escocia conoció las convulsiones reformadoras desde los primeros momentos. Había una antipatía contra los católicos desde la predicación de Juan Wycliffe en el siglo XV. La nobleza se aferró a la reforma para afianzar su independencia de la monarquía radicada en Londres.
   Las medidas represivas de la monarquía católica de Escocia no logro cam­biar la dirección. El liderazgo de John Knox, discípulo de Calvino, logró afianzar la reforma con métodos coercitivos y actitudes de místico fanático.
   En 1560 el Parlamento escocés adoptó una confesión de fe y un libro disciplinario similar al de Ginebra. Las formas religiosas evolucionaron hasta constituirse en religión presbiteriana, forma original y propia de Escocia, luego exportada a otras regiones, sobre todo a las colonias americanas.
   María I Estuardo, reina católica de Esco­cia, intentó deshacer la nueva iglesia, pero después de siete años, tuvo que huir, terminando apresada por su rival de Inglaterra Isabel I, que la ejecutó en 1587.

   5.6. Inglaterra.

   La Reforma en la región inglesa se debió más al resentimiento de Enrique VIII que a motivos ideológicos, aunque luego derivó hacia herejías y alteraciones doctrinales.
   Ante la negativa del Papa de aceptar el divorcio del Rey con María de Aragón, se gestó la ruptura con Roma y la persecución de todos los católicos. El rey fue declarado cabeza de la Iglesia y el Parla­mento se atribuyó el gobierno de la Iglesia nacional. El hecho se consumó al casarse con Ana Bolena en 1533 y obtener del arzobispo de Canterbury su divorcio de Catalina. Enrique VIII fue excomulgado. Pero el Parlamento aprobó sus decisiones en 1534 y decretó el establecimiento de una Iglesia Anglicana independiente. Se prohibió cualquier tributo a Roma y se suprimieron los monasterios entre 1536 y 1539.
   Su decisión no fue romper doctrinalmente con Roma sino disciplinarmente. De hecho prohibió el protestantismo y obligó al Parlamento en 1539 a publicar edictos contra los reformadores, conocidos como "Los Seis Artículos", en los que se aceptaban todos los dogmas tradicionales.
   Propiamente la reforma no fue una herejía al estilo de Lutero o Calvino, sino un cisma que se mantuvo con la sucesión básicamente correcta de la jerarquía. Las alteraciones doctrinales parciales no acontecieron con Enrique VIII, sino con sus seguidores Eduardo VI e Isabel I. La obediencia al Papado se persiguió pero el Parlamento persiguió por igual a los católicos y a los protestantes.
   Al llegar Eduardo VI, las doctrinas y prácticas de ruptura con Roma fueron aceptadas. Pero se dictaron normas de mayor tolerancia para todas las opiniones, salvo para la defensa pública del catolicismo. Los Seis Artículos fueron revocados en 1547. En 1549 se publicó el "Libro de la Oración Común" en inglés, que fue texto de uso obligatorio para dar unidad litúrgica a la Reforma inglesa y unificar las celebra­ciones sacramentales.  En 1552 se redactó nuevo Libro de Oración y se adoptó un nuevo credo de 42 artículos.
   Al llegar María I al trono intentó restau­rar el catolicismo y se persiguió a los protestantes. Sus adversarios la denominaron “la sanguinaria” y sus fieles “la restauradora”. Pero ya no pudo reparar la desviación religiosa. Al subir al trono Isabel I en 1563, el espíritu antirromano intransigente de nuevo se adueñó de las esferas de gobierno y se persiguió a muerte a los católicos. Los 42 ar­tículos del credo anglicano se redujeron a 39, que se mantuvieron en adelante, siendo más cercanos al luteranismo que al calvinismo. Se mantuvo la organización episcopal y ritual de la Iglesia anglicana, muy cercana a la Iglesia católica, pero se hizo tajante ruptura con el Papado.
   Los más extremistas de los anglicanos se separaron de la Iglesia oficial y fueron configurando, con el paso del tiempo, diversas iglesias autónomas y diferentes, como el caso de los presbiterianos, los puritanos, los separatistas y los cuáqueros.

  

 
 

 

5.7. Otras Reformas

    El movimiento reformista, en conse­cuencia con el principio de libre examen, y lo subjetivo que eran las interpretaciones religiosas de cada persona gobernante, se diversificó en multitud de grupos, líneas, opi­niones. Surgió un gran número de igle­sias reformadas y de pequeñas sectas que oscilaban en función de los intereses pasajeros de los principies o de las ciudades y de sus consejos. El común denominador de todas ellas fue la oposición a Roma, el secreto deseo de apoderarse de los bienes de iglesias, monasterios y cofradías y la ruptura con las dependencias que siempre se traducían en impuestos de diverso tipo.
   - Así surgieron sectas como los "anabaptistas", que tuvieron cierta difusión por toda Europa, en particular en Alemania. Fueron perseguidos por los católicos, por los zwinglianos y por otros grupos. Perseguidos quería decir entonces que eran condenados a muerte con frecuencia, dada la ferocidad de los tiempos y el ardor que se ponía en las ideas.
  -  Otro grupo fue el de los "unitaristas", que se extendió sobre todo por Suiza, Alemania, Países Bajos y Polonia. Cultivaban la estrecha intimidad entre los miembros y hacían lo posible por promover la paz entre ellos.
   A medida que fueron pasando los años, los grupos se fueron divulgando en un sinfín de movimientos e interpretaciones religiosas diferentes.
  - Los bautistas surgieron en Inglaterra en el siglo XVII, con amplia difusión por Estados Unidos de América
  - Los metodistas nacieron en el siglo XVIII como un intento de renovación de la Iglesia Anglicana. Fueron fundados por J. Wesley y un grupo de amigos.
  - Los pentecostalistas son ya del siglo XIX y se nutrieron de ideas y personas procedentes de los metodistas, bautistas y presbiterianos.
  - Los adventistas, fundados por William Miller, son del siglo XIX y resultaron interesantes por su fe ciega en la segunda venida de Cristo.
  - Todavía en el siglo XIX y XX se multiplicaron las llamadas Iglesias evangélicas independientes, como la "Asociación Evangélica Internacional", los "Hermanos de Cristo", el "Ejército de la Salvación", la "Iglesia de la Biblia Abierta", la "Iglesia del Evangelio Cuadrangular", la "Iglesia Reformada de la Stma. Trinidad", etc.

 

  

 

   

 

   6. Enseñanzas de la Reforma

   La Historia de la Reforma luterana y de sus seguidores, fieles o independientes, tiene cierto deje de tristeza. La leyenda dice que Lutero miraba al cielo en los últimos años de su vida y decía a su esposa, Catalina von Bora, con la que tuvo varios hijos: "Ese cielo ya no es para nosotros. Hemos hechos que se rasgue en muchos trozos.
   Fue la sensación del Reformador, de cuya sinceridad inicial no se puede dudar, que se perpetuó en la Historia. Al romper con ese Primado, en el que Cristo quiso fundar su Iglesia, abrió las puertas a la división y al desorden. No se le puede negar la objetividad de sus críticas iniciales a un Papado renacentista desdibujado por multitud de vicios. Pero no fue capaz de ver detrás de la corteza del vicio, la sublimidad de su identidad evangélica.
    Por eso la Reforma fue una ruptura; la búsqueda del Evangelio puro fue una utopía rebelde y desafortunada, y los principios del libre examen fueron una traición a la voluntad de Jesús, que había pedido al Padre que todos fueran uno.
   El énfasis protestante en relación al juicio personal en lo religioso ayudó a los cristianos separados a personalizar más su fe. Pero la ausencia de jerarquía les llevó con frecuencia a las interpretaciones más arbitrarias y por lo tanto al error alejado del Evangelio.
   La enseñanza que dejó la vorágine de los desaciertos doctrinales y disciplinares fue en aumento y dejó a la Iglesia más dividida que nunca y a los cristianos más desconcertados.
   Ciertamente no todo fue negativo. La responsabilidad creció, la necesidad de educar a los cristianos se hizo más viva, la valoración de la palabra divina se acrecentó en los grandes teólogos del momento, la literatura religiosa llegó a más creyentes y la educa­ción popular también fue estimulada gracias a las nuevas escuelas que surgieron.